Su leyenda de personaje inverosímil quizá comienza a raíz de la fuga que protagonizó el 1 de noviembre de 1756. Se evadió de una prisión segurísima, fuertemente vigilada y situada en la parte más alta del céntrico palacio ducal. Se ha podido demostrar la veracidad del relato que realizó el mismo Casanova sobre su fuga de los Plomos. Para que fuera más asombrosa su gesta, pasó esa noche escondido en la misma casa del jefe de los esbirros que andaban buscándole, donde parece ser que fue recibido por su mujer.
TRAS ESTE FORMIDABLE EPISODIO Casanova llega a París, donde se dedica a practicar la magia y la cábala, y entra en relación con madame d'Urfé. También en la capital francesa tiene ocasión de realizar un magnífico negocio cuando le es confiada la dirección y recaudación de la lotería de la Escuela Militar.
Al poco tiempo parte sin embargo para Holanda y se aloja en la casa de un rico comerciante masón. Parece ser que el motivo de este viaje radica en una delicada misión diplomática que ha de realizar por encargo del gobierno de Luis XV.
A su regreso de Holanda crea una fábrica de estampados de seda pero más tarde, en 1759, ha de volver a abandonar la capital francesa ante el deterioro de su situación económica. Al mismo tiempo se suceden sus conquistas amorosas. Todo esto, junto con sus continuas lecturas y sus experiencias en ámbitos tan diversos, va haciendo de él uno de los personajes con mayor bagaje cultural y vital de su época.
Viaja pues por Alemania y Holanda nuevamente y termina recalando en Suiza. En este último pais visita a Voltaire, a finales del 59 o a principios del 60. Así es descrito Casanova en esos días por un noble suizo que tiene conocimiento de él :
"Desde hace algún tiempo, vive aquí, en el hotel La Corona, un extranjero que se hace llamar Caballero de Seingalt y que me ha sido calurosamente recomendado por el marqués de Gentils, a instancias de una influyente dama parisina. [...] Aquí nadie ha descubierto todavía quien es. [...] Habla de todo con soltura y parece haber visto y leido muchísimo. Se dice que domina todas las lenguas orientales. [...] Todos los días recibe un montón de cartas y él mismo las escribe todas las mañanas.[...] Me ha dicho que es un ciudadano del mundo que respeta las leyes de todos los señores bajo los que vive. Aquí ha llevado una vida rígidamente moderada. Me ha hecho entender que se interesa en la historia natural y en la química. Mi sobrino, que le tiene mucha simpatía, cree que se trata del conde de Saint-Germain. [...] Me ha hecho algunas demostraciones de sus conocimientos cabalísticos que, si son auténticos, resultan sorprendentes porque hacen de él una especie de mago. En suma, es realmente un personaje singular. No podría estar mejor vestido y equipado. Después de haberos visto, quiere ir a ver a Voltaire para hacerle ver muchos de los errores que hay en sus libros. Pero no sé si un hombre tan humanitario le gustará al filósofo".
Y no, no le gustó.
Tras dejar Suiza y viajar por Italia volvió nuevamente a París en 1761. Mas otra vez torna a abandonar la capital francesa, esta vez como consecuencia de un duelo. No detiene su vida itinerante y tras una serie de viajes lo podemos encontrar en Londres en 1763. En la ciudad inglesa se enamora de una joven, Charpillon, y por primera vez en su vida es engañado. Charpillon lo burla, lo estafa y no se le entrega finalmente. Como se ve, Casanova también era vulnerable a las acechanzas amorosas, y a pesar del férreo control que ejerce sobre las diversas y a veces complicadas situaciones que se le presentan en su agitada vida es capaz de entregarse totalmente y apostarlo todo por una pasión amorosa.
Tambíen tendrá que abandonar Londres como consecuencia de un turbio asunto económico y recalará más tarde en Berlín, en 1764. Es recibido por el rey Federico el Grande y rechaza el ofrecimiento que le hace el monarca de ocupar un puesto en la administración prusiana.
Continúa su existencia itinerante y pasa por Riga y por San Petersburgo donde se llega a entrevistar con la emperatriz Catalina II.
En 1767 lo encontramos en Varsovia, invitado a la mesa del rey de Polonia. Hiere gravemente en un duelo (no provocado por él) al conde Brannicki y nuevamente ha de echarse al camino y seguir viajando, aunque la justicia polaca no lo persigue. A pesar del benevolente trato judicial parece ser que este episodio va a constituir un punto de inflexión en la vida del veneciano, en su fortuna y en su buena estrella.
Continúa un periplo que lo hace visitar Breslau, Dresde, Leipzig y otras ciudades hasta recalar en Viena, de donde es expulsado al ser decubierto haciendo trampas en el juego, en un deseperado intento por solucionar su delicada situación económica.
En septiembre de 1767 llega a París haciendo de acompañante de una joven dama embarazada que le ha ha sido confiada por el propio marido de ésta, un extravagante jugador que se había tenido que ausentar precipitadamente del balneario de Spa. Pero, fiel a esa línea de inestabilidad que siempre le acompaña, es expulsado de la capital francesa a resultas de un roce con un sobrino de madame d'Urfé y llega a España donde reside durante todo 1768 y en donde escribe, durante un periodo de prisión que sufrió en Barcelona, la
Confutazione, una refutación en toda regla de la obra
Historia del Gobierno Véneto de Amelot de Houssaye. Con la escritura de este libro intentaba hacer méritos y hacerse ver bien por los Inquisidores del Estado de Venecia y así conseguir el permiso pertinente para regresar a su patria.
Sale de España y viaja a la Provenza en enero de 1769. Desde allí prosigue hasta Turín y Lugano. En esta última localidad hace imprimir la
Confutazione y regresa de nuevo a Turín. Desde esta última ciudad se dirige a Florencia. Y nuevamente es expulsado, esta vez de la ciudad toscana.
Tras seguir viajando por la Italia peninsular llega a Trieste en noviembre de 1772, desde donde espera el permiso necesario para regresar a Venecia. Éste le es concedido por fin en septiembre de 1774.
Cabría preguntarse qué sucedió en la vida del veneciano, qué avatar de su agitada existencia tuerce su
baracca, su facilidad para salir bien parado de todas las situaciones y sentirse siempre con el viento a favor. ¿Podría ser este punto de inflexión su duelo con el conde Brannicki en Varsovia?. Aunque los duelos eran una realidad y una tradición en esa época, los ilustrados los rechazaban abiertamente -en 1710, valga como ejemplo, Scipione Maffei había publicado en Roma el volumen
Della scienza chiamata cavalleresca, en el que condenaba sin ambages la práctica de ese modo de dirimir las cuestiones de honor y otras diferencias- y eran muy beligerantes contra su uso. En 1764 había visto la luz el célebre
Dei delitti e delle pene de Cesare Beccaria, en el que se consideraba proscrita la práctica del duelo. También los masones, como ilustrados que eran, rechazaban esta costumbre. ¿Habría perdido Casanova la protección y la confianza de la masonería a resultas de su episodio en Varsovia?¿Lo habrían comenzado a considerar como un elemento excesivamente impulsivo que, a pesar de sus buenos servicios, no era digno de una total confianza? Es pues el caso que de contemplar cómo el veneciano se pasea seguro, bien acogido, y respetado en las cortes de Prusia, Rusia y Polonia lo vemos años después confinado en Trieste y esperando un salvoconducto para regresar a la ciudad de los canales. A partir de ese duelo comienzan sus verdaderos apuros económicos, y los vemos deambular de ciudad en ciudad sin ningún tipo de protección. En una misiva dirigida años más tarde a su amigo Opiz, le hace saber que su autobiografía concluirá en el año 1772:
"Creo -le cuenta
- que no seguiré adelante porque, después de los cincuenta años, no puedo contar más que cosas tristes, y eso me entristece"
Una vez que vuelve a Venecia intenta conseguir dinero emprendiendo diversos proyectos literarios y teatrales. Al fin, termina aceptando un cargo como confidente de los Inquisidores de Estado, los mismos que años atrás lo habían encarcelado en la prisión de los Plomos. Pero la realidad es que Casanova no fue un buen confidente -de manera deliberada- y solo hace formulaciones muy genéricas sobre la depravación de las costumbres y la crisis de la moral pública. Nunca delató a nadie de modo particular. Es despedido, pero posteriormente, por una serie de componendas, le prometen pagarle con arreglo a la importancia de sus futuros informes.
Estamos en 1781 y Casanova vive, en el popular barrio veneciano de Castelo, con una humilde modista, Francesca Buschini, cuyo comportamiento es el de una abnegada esposa.
En 1782 publica
La stalla ripulita, libelo que le crea la animadversión de los nobles venecianos y que le obliga -¡una vez más!- a salir de la ciudad.
A partir de aquí le podemos seguir la pista vagabundeando por Viena, Udine, Aquisgrán, Maguncia, París y Frankfurt. Quizá este periplo responda a un intento -no conseguido a la postre- de buscar la protección de los masones.
Por fin recala nuevamente en Viena, donde entra al servicio, como secretario, del embajador Foscarini, convirtiéndose, al fin, en funcionario. Pero el fallecimiento de Foscarini, en 1785, lo deja cesante.
No tiene más remedio, a partir de estos acontecimientos, que aceptar el cargo de bibliotecario del palacio de Dux, dominio bohemio del conde Waldstein, masón, aficionado al ocultismo y, como consecuencia de esto, impenitente lector de Paracelso. Por fin consigue el veneciano la protección que andaba buscando.
Enseguida es consciente de que él, un hombre vital, viajero y mundano, no va ser feliz en la triste, pequeña y provinciana Dux. Su primer impulso es rechazar el empleo que se le ofrece. Pero se resigna ante la realidad de su precaria situación y acepta. De vez en cuando hace escapadas a Dresde, Praga y Berlín.
En Dux se siente viejo y acabado y se le agría el carácter. Tiene roces con la servidumbre y consigue que despidan al ambicioso y desvergonzado mayordomo.
No encuentra consuelo sino en la lectura y la escritura. Así, lee y escribe incansablemente. Será aquí donde vea la luz lo mejor de su obra.
En 1790 comienza a redactar la
Histoire de ma vie en francés, que somete a múltiples correcciones. Mantiene una fluida correspondencia, mientras tanto, con amigos y admiradores.
Durante su estancia en Dux publica también una extensísima novela titulada
Icosameron. En ella plasma una faceta visionaria que le hace predecir el cañón de retrocarga, el automóvil, los gases axfisiantes y hasta la pluma estilográfica.
Pero no se acaba ahí la producción literaria durante este último periodo de su vida. También publicó obras acerca de su famosa fuga de la cárcel de los Plomos de Venecia, sobre la usura, sobre
Paul et Virginie de Saint-Pierre...
En febrero de 1798 cae seriamente enfermo de una afección a la vejiga. Fallece finalmente el día 4 de junio, a los 73 años de edad, en Dux, Bohemia. Sus últimas palabras fueron las siguientes:
"He vivido como filósofo y muero como cristiano"
(Texto: Mariano López-Acosta)
(Información y datos biográficos extraídos del volumen publicado por Editorial Planeta, S.A. en edición de 1986 -con
Introducción, traducción y notas de
Angel Crespo- con el título
Memorias de España, de
Giacomo Casanova)