martes, 12 de agosto de 2014

Venus: el planeta ardiente.



A veces se fantasea de manera futurista con viajes espaciales tripulados a otros planetas. Es una manera imaginar. Enseguida nos ponemos en situación y nos vemos en naves y sondas  rumbo a otros mundos. Veamos qué nos pasaría si decidiéramos viajar a Venus.
Para empezar, hay que decir que el segundo planeta más cercano al sol, después de Mercurio, es rocoso, de atmósfera muy densa y de un tamaño similar a la Tierra. Venus, además, sufre un efecto invernadero exacerbado, pues tiene una capa  de nubes de 20 Km. de espesor y de una gran densidad, con una atmósfera que contiene un 96% de CO2. Esto provoca una temperatura media en su superficie de unos 480ºC (Sí, cuatrocientos ochenta grados centígrados). Para completar la situación, a ras de suelo la presión atmosférica es noventa veces superior a la de la Tierra a nivel del mar. El panorama se vuelve aún más "idílico" si consideramos que Venus está cubierto de espesas nubes de ácido sulfúrico (que provocan continuamente una lluvia de esta sustancia) y además, al reflejar la luz del sol le dan esa luminosidad tan característica. De ahí que se le llame la estrella de la mañana (Lucero del Alba) o la estrella de la tarde (Lucero Vespertino). Puede ser observado durante el día, siendo, junto a la Luna y el Sol, uno de los tres únicos cuerpos celestes visualizables a simple vista.
 Si a pesar de todas estas dificultades decidiéramos emprender el viaje para pasar un sólo día en este planeta, este día sería muy largo. El periodo de rotación de Venus es de 243 días terrestres. Como su periodo orbital es de 224,7 días terrestres, este detalle nos lleva a la paradoja de que en Venus el día dura más que el año. Verdaderamente curioso.

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