viernes, 19 de febrero de 2016

Fragmentos de un mural de la tumba de Nebamun.

XVIII dinastía de Tebas, antes de 1350 a. C.
The British Museum. Londres.




“Este fragmento de mural, que tan vivo parece, se encuentra en la soledad de una tumba. (…).Los egipcios creían en una vida después de la muerte, por lo que utilizaban sus técnicas de momificación para conservar el cuerpo, ofrecían alimentos todos los días en ceremonias cultuales a las estatuas del difunto y decoraban sus tumbas con escenas de la vida: mesas bien surtidas, parras, paseos en barca, caza entre papiros. Los jeroglíficos situados bajo el hombro izquierdo indican la finalidad de imágenes tales como la de este fragmento: “Disfrutar, contemplar la belleza en el lugar del eterno retorno de la vida”. La escenas de la vida acompañan a los muertos y las fuerzas mágicas contribuirán a que a los muertos les vaya tan bien como en su existencia terrenal. Tales fuerzas eran mucho más importantes que el nivel estético de la representación. Lo mismo cabe decir de todos los espacios cultuales, tanto templos como tumbas. Para que los titulares de las tumbas encuentren en sus mesas montañas de piernas de vacuno y de patos asados, las provisiones pintadas propiciarán que el muerto no tenga hambre en toda la eternidad. De ahí que los artistas y artesanos pronunciaran durante su trabajo fórmulas mágicas cuyo conocimiento, junto con las habilidades manuales  era transmitido de padres a hijos. “Soy el dueño del secreto”, proclama exultante un tal Iriirusen, del Reino Medio (hacia 2040 hasta 1785 a.C.) “He utilizado todas las fuerzas mágicas” para que puedan “vivir” las obras plásticas creadas con las normas precisas.
Entre las normas de la pintura y de los relieves del antiguo Egipto estaba la representación del cuerpo humano desde dos perspectivas: lateral para la cabeza y el tronco con las piernas y frontal para los ojos y los hombros. Lo que más interesaba a los egipcios tenía que ser visto de una manera perfecta. Por ejemplo, la visión frontal permitía apreciar mejor la anchura de la espalda y los símbolos de poder que el faraón llevaba en su pecho.(…). La renuncia a la tercera dimensión determina que el arte egipcio tenga la claridad que todavía admiramos en él.(…).
En la época de Nebamun solo los familiares y los amigos podían disfrutar de esta obra de arte del anónimo pintor. Las escenas que supuestamente acompañarían al difunto se pintaron en el interior de la cámara cultual, la cual únicamente se abría en determinadas festividades y con una finalidad ritual. Siglos después las tumbas cayeron en el olvido y estuvieron cerradas. Solo los ladrones intentaron penetrar en ellas. En el British Museum se conservan once fragmentos de la tumba de Nebamun, que sin duda alguna fueron arrancados de la pared sin ningún tipo de conocimientos técnicos. El hecho de que durante miles de años hayan permanecido a oscuras ha hecho posible la conservación de sus delicados colores”.   ("Los secretos de las obras de arte". Rose- Marie & Rainer Hagen. Editorial Taschen)

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