domingo, 30 de abril de 2017

"La libertad guiando al pueblo" de Eugène Delacroix.



EL ÚLTIMO BORBÓN DE FRANCIA. 
 Carlos X había sucedido a Luis XVIII (coronado éste tras la restauración borbónica). Ambos eran hermanos de Luis XVI, el monarca que acabó sus días en la guillotina junto a su esposa María Antonieta (la reina consorte que, según algunos rumores difíciles de contrastar a estas alturas, animaba a comer bollos a los hambrientos que carecían de pan y que había conocido al niño Mozart en sus primero años de Viena, ciudad de la que era natural).  Los tres a su vez eran hijos del Delfín que no llegó a reinar, el heredero de Luis XV.
 Mucho más reaccionario que su antecesor a las nuevas corrientes políticas que circulaban por Europa, Carlos X comenzó su reinado haciéndose coronar en la catedral de Reims y retomando los usos de los antiguos monarcas franceses. Su ceremonia se rodeó de un histrionismo de opereta, anacrónico, que anunciaba por dónde iban a ir los tiros de este rey tradicionalista donde los hubiera.
 Intentó hacerse ungir con el óleo conservado en una ampolla que según tradición correspondía al utilizado por San Remigio para tal efecto con  el rey franco Clodoveo. Pero estaba atestiguado que dicha ampolla había sido destruida durante la Revolución. Entonces se sacó de la manga la existencia milagrosa de un residuo. Y éste fue el que sirvió para ungir al último borbón que reinó en Francia.
 Tras varias decisiones políticas de carácter absolutista llevadas a cabo por el ultraconservador primer ministro Polignac -que ya no estaban para nada en consonancia con el signo de los tiempos que corrían- una serie de decretos (en que se derogaba la libertad de  prensa, se reformaba la ley electoral y se nombraba a ultrarrealistas para puestos claves del poder) fue el detonante que puso en marcha la "Revolución de Julio". Carlos X se había cargado de facto la Carta constitucional promulgada por su antecesor. Como símbolo vivo de los llamados "ultramonárquicos" -que ya habían intentado consumar su particular "Revolución blanca" contra los residuos napoleónicos- manifestaba sin ambages su verdadera aspiración: la vuelta a un "Ancien Régime"  puro y duro.

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO
 Los directores de los periódicos publicaron entonces los siguientes textos en sus cabeceras:
"El régimen de la legalidad está suspendido, empieza el de la fuerza... El deber de obedecer se ha terminado". Todo esto fue el detonante que hizo hervir las calles y las llenó de barricadas en una lucha a muerte contra la reacción.
 Un día después,  29 de julio de 1830,  caían las Tullerías en poder de los constitucionales y la bandera con la flor de lis  era reemplazada por la enseña tricolor. Posteriormente, el monarca se exiliaba a Inglaterra. Nunca más volverían los borbones al trono  de Francia.
  Un año después, Eugéne Delacroix exponía en el Salón el icónico cuadro "La libertad guiando al pueblo" en que se muestra una potente alegoría de los sucesos revolucionarios que provocaron el derrocamiento de Carlos X. Que se sepa, el pintor no se había significado de una manera especial durante esas convulsas jornadas ni en los meses precedentes a estos sucesos ni fue precisamente un incendiario activista. Pero esta obra constituyó un símbolo universal de la lucha de los pueblos por la libertad. Además, con esta pintura se ganó los favores del nuevo mandatario de Francia, el rey-burgués Luis Felipe de Orleans, que terminó adquiriendo el lienzo. Posteriormente, Delacroix fue incluido en una embajada que el gobierno envió a Marruecos. Esto fue de capital importancia en el devenir del arte occidental. El Orientalismo llamaba a las puertas del Romanticismo. Pero esa  es ya otra historia.

(Texto: © Mariano López A. Abellán)

 La Libertad guiando al pueblo (1830)
Eugène Delacroix . (Charenton-Saint-Maurice, Francia, 26 de abril de 1798-París, 13 de agosto de 1863)
Museo del Louvre. Paris
De Eugène Delacroix - Erich Lessing Culture and Fine Arts Archives via artsy.net, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27539198



Combat de la porte Saint-Denis, le 28 juillet 1830.  Hippolyte Lecomte
Carnavalet Museum. Paris

martes, 25 de abril de 2017

Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017



Pues bien, habrá que buscar y desempolvar los libros de Eduardo Mendoza de la biblioteca y volver a leerlos con esa sensación de que el humor es sinónimo de inteligencia. Hace poco, en una entrevista concedida antes de la entrega del Cervantes, decía el autor barcelonés que últimamente solo leía un cierto tipo de novela inglesa, con la condición de que viniera en edición rústica. Ese tipo de formato, según él, le permitía trocear los libros en fajos de cien páginas, susceptibles de ser llevados en los bolsillos de la chaqueta sin abultar excesivamente. Bueno, la “boutade” me parece de mucho nivel, propia de un  tipo como Eduardo Mendoza  que, junto con Manuel Vàzquez Montalbán y Juan Marsé, ha trazado la topografía sentimental y literaria de una cierta Barcelona.

domingo, 23 de abril de 2017

Encuentro de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada



Fresco de Giotto di Bondone, 1305

 Un matrimonio de venerables ancianos que no ha tenido descendencia sufre marginación social a causa de que esa prolongada esterilidad podría  ser debida a una maldición de Yahvé. Son rechazados por los sacerdotes  los sacrificios que en el Templo ofrece el esposo. Entonces, éste, cuyo nombre es Joaquín, humillado, y a modo de penitencia, decide retirarse al desierto. La mujer, Ana, mientras tanto, sumida en el dolor recibe la visita de un ángel que le anuncia que está encinta. Joaquín, también por intercesión divina, conoce esa noticia y corre a buscar a su esposa. El encuentro de ambos se produce frente a la Puerta Dorada de las murallas de Jerusalén.  Debió ser memorable la escena, en plena senectud la provecta pareja dándose un tierno abrazo para celebrar el estado de buena esperanza de la mujer. La tradición dice que es en el momento del casto beso de los esposos frente a la Áurea Puerta  cuando concibe Santa Ana en su vientre a María, la madre del Mesías. Para cumplirse aquello de que fue “concebida sin pecado”.
 Han sido muy variados los modos de abordar este tema en la pintura o la escultura. El encuentro se sustancia con un abrazo (en algunos casos con un sencillo tomarse de las manos)  hasta que llegamos a Giotto que introduce un beso por primera vez en las representaciones de esta escena 
 Estos hechos pasan a la tradición cristiana tras ser recogidos en los Evangelios Apócrifos, concretamente en el protoevangelio  de Santiago. La Iglesia fomentará su conocimiento a pesar de alguna voz, como San Pedro Damián, que recomendaba no hurgar en episodios  no narrados directamente por los Evangelios Canónicos. Solo tras la celebración del Concilio de Trento la Iglesia lanzará la consigna de minimizar o silenciar esta historia y sus manifestaciones a través del arte.

( © 2018.  Mariano López A. Abellán)


Temple sobre tabla del Maestro de la Puerta Dorada, ca. 1370-1390.
De English: Master of the Golden Gate - rQGm0QicCijU3w at Google Cultural Institute, zoom level maximum, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29803028




Filippino Lippi, 1497.


domingo, 9 de abril de 2017

Estilistas contra “angloaburridos” en la literatura española de los años 80 y 90 del siglo pasado.(Quevedo versus Cervantes)



En los años 80 del siglo pasado se dio una controversia muy curiosa en el ámbito de la literatura española. Se puso de moda por aquel entonces el cultivo de una prosa digamos preciosista, como de orfebrería literaria, asociada sobre todo a un cierto  columnismo periodístico  con ambiciones estéticas que quería dejar la impronta, en cada artículo, de una obra maestra. Evidentemente hubo  calidad y altura literaria en algunos casos.
   Pero lo que recuerdo como más polémico fue esa disyuntiva y esa guerra que enfrentó a los llamados  estetas, finos estilistas, orfebres de la prosa y que se adornaban hasta el empalago, contra los que consideraban el idioma como una herramienta valiosa para contar historias pero para usar de manera discreta y si me apuran de forma funcional, al servicio del relato que es en donde residía  realmente el valor literario de la obra. Los primeros, los Umbral, Raúl del Pozo y hasta el nobel Cela , etc,etc,  hablaban displicentemente de los “angloaburridos”, de los de la “prosa de almacén” refiriéndose a los Marías y compañía.

Decían que para escribir alta literatura no había que contar que “la marquesa salió a las 5 de su casa”. Hablaban de la "odiosa premeditación de la novela". Hasta en alguna ocasión el gran escritor catalán Juan Marsé entró en la polémica cuando vino a decir en algún artículo que esos estetas de la columna vendían humo en realidad.
"Prosa sonajero", así definía el autor de "Ültimas tardes con Teresa" el tipo de escritura que destilaba el columnismo de finos estilistas que tanto abundaba entonces. Pero los ataques eran muy cruzados, evidentemente. Francisco Umbral, uno de los principales adalides de esta manera de entender el oficio literario, en quien desde hacía ya algún tiempo había puesto el patriarca Cela todas sus complacencias, ejercía desde su brillantísima tribuna diaria una suerte de juicios sumarísimos donde sentaba jurisprudencia de lo que era buena y mala literatura. Hay que reconocer que el caso de Umbral era especial. Es innegable que su capacidad para retorcer poéticamente el idioma y generar escrituras con una plástica cercana a lo sublime impresionaba al lector. Además, se había construido un personaje. Dandy, conspicuo, diferente, mediático... Pero no había duda de que detrás de todo eso había una capacidad literaria potentísima que lo respaldaba. Sus textos rezumaban de metáforas, de imágenes y de recursos que hacían de cada columna una obra de arte. Tan alto volaba que parecía dar a entender que la belleza que generaba lo eximía de cualquier otra esponsabilidad. Esa belleza era una suerte de moral en sí misma que justificaba cualquier acción, por deleznable que pareciera. Eso por lo menos era lo que a mí me llegaba, y supongo que a muchos. Sus diatribas y denuestos contra escritores que no eran de su agrado eran de dimensiones bíblicas y llegaban casi a lo cruel. Se cebaba de manera inmisericorde y de forma recurrente con Pío Baroja al que acusaba de utilizar una prosa desastrada, negligente, que se desmoronaba de puro mala que era.
Se mofaba de la precariedad de los recursos sintácticos del gran escritor vasco, que dudaba si decir "ir en zapatillas", o "ir con zapatillas" en lo que eran sus elucubraciones literarias de más altura según el vallisoletano. A tal extremo llegó la forma de zaherirle, recreándose obsesivamente en la descripción de lo que percibía como limitaciones intolerables en un escritor, que el sobrino del novelista de la generación del 98, el habitualmente moderado y discretísimo investigador y erudito Julio Caro Baroja, hubo de salir a la palestra mostrando su protesta e indignación ante lo, para él, injusto de esos ataques. 
 Hasta esos límites llegaba la obsesión por el estilo. Parece ser que ciertas concepciones literarias no  contemplaban el hecho de que en un mediocre envoltorio puede ir oculta la cosa más valiosa. El que la "marquesa salga a las 5 de su casa" puede implicar algo mucho más elevado que la propia forma de expresarlo...
                                                                                (Continuará...)

(Texto: © Mariano López A. Abellán)