viernes, 30 de marzo de 2018

La batalla de Pavía. El rey de Francia prisionero en España.


Todo un rey de Francia caído a los pies de su caballo, inmovilizado por el peso de su armadura. Estamos en 1525, cerca de Pavía, ciudad del norte de Italia asediada por las tropas del monarca francés Francisco I en el marco de las continuas disputas que éste mantiene con el emperador Carlos V.  Como ya hemos dicho en otro artículo, estos dos mandatarios sostienen una rivalidad geopolítica que se materializa en continuos episodios bélicos entre los que destacan los referentes al control estratégico del norte de Italia, como éste que nos ocupa.
 Un contingente de tropas imperiales resiste dentro de la ciudad ante el acoso del ejército francés comandado por el mismísimo rey de Francia. En un momento dado, la retaguardia de las fuerzas asediantes, compuestas por unos 50.000 hombres, es atacada por  sorpresa por el ejército de Carlos V que viene en ayuda de los que resisten dentro de Pavía. Ante el desconcierto de las tropas galas, los acantonados en la ciudad italiana salen a campo abierto y atacan también a los franceses que, viéndose envueltos en dos frentes y con la iniciativa totalmente perdida, emprenden una desordenada huida.
 Y es entonces, en el fragor de esa caótica desbandada, cuando Francisco I cae de su caballo y queda a merced de un soldado imperial, el guipuzcoano Juan de Urbina. Éste procede según las normas militares vigentes por aquel entonces y exige la rendición del monarca conminándole también a que le entregue la espada. Pero Francisco I se niega a claudicar ante un simple soldado y exige la presencia de la primera autoridad presente en el campo de batalla,  uno de los generales de las tropas de Carlos V, Carlos de Lannoy, virrey de Nápoles. Éste, cuando llega besa la mano del monarca caído, acepta su espada pero le entrega inmediatamente la suya propia mientras le dice: "no está bien que un rey quede nunca desarmado".
 Francisco I es conducido a Madrid, que no era por aquel entonces capital de España, y encerrado en la Torre de los Lujanes. Posteriormente será encarcelado en el Alcázar de la villa y más tarde en el Alcázar de Toledo, que en aquel tiempo era residencia imperial. Fue una cárcel dorada en realidad la prisión  española del rey francés. Los agasajos de la nobleza española fueron abundantes y las fiestas y bailes en las  residencias donde estaba retenido dan idea de un permanente espíritu  cortesano en torno a su figura. A su hermana Margarita de Navarra le será concedido un salvoconducto para que pueda visitarlo en Madrid. El propio emperador Carlos V acudirá solícito a visitarlo en una ocasión en que Francisco I cae enfermo.
 Esta situación se resolverá al final con la liberación del monarca tras la firma del llamado Tratado de Madrid. Para verificar su cumplimiento habrán de quedar dos de sus hijos como rehenes en Madrid. El francés se comprometerá bajo juramento, tras la ratificación de ese acuerdo, a renunciar a sus aspiraciones sobre Italia y Borgoña.
 Pero posteriormente, el Papa Clemente VII, condicionado por la permanente tensión existente entre el Imperio y el Papado,  liberará de su juramento a  Francisco I y éste terminará dejando en papel mojado ese Tratado de Madrid que le había permitido su liberación.

(Texto: Mariano López-Acosta Abellán)


De Bernard van Orley - Bernard Van Orley, The Battle of Pavia, RIHA Journal., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=48886
(Tapiz de Bernard van Orley, Museo de Capodimonte. Nápoles)

domingo, 18 de marzo de 2018

Baldo. "La conquista de la cumbre". Un humanista en la prensa murciana.


Conocí  a Baldo y a su familia (encantadora, por cierto) hace unos cuarenta años porque un hermano mío era novio de una de sus hijas. Alguna vez estuve también en su casa de Los Balcones. Lo recuerdo como un auténtico humanista, un apasionado de la historia y el arte, de la cultura en general. También sentía fascinación por Roma y es el caso que organizaba recurrentemente expediciones a esta monumental urbe con familiares y amigos.Comenzaba a saborear el viaje antes de ponerse en camino, organizando su logística previa,  marcada a conciencia por todos los aspectos culturales imaginables, y planificando todos los detalles con auténtica delectación. Cuando regresaba días después llevaba consigo unos cuadernos manuscritos plagados de comentarios sobre su periplo y dibujos a color con motivos de su estancia en la Ciudad Eterna,  acotaciones, anécdotas, observaciones.... Y todo ello para consumo interno, no sé a ciencia cierta si llegó a publicar alguna vez todo este valiosísimo material. 
 Una de sus colaboraciones periodísticas más conocidas era "La conquista de la cumbre". Para su elaboración, Baldo tenía que hacer un auténtico "tour de force". Téngase en cuenta que la jornada de Liga  terminaba el domingo por la noche y en la madrugada del martes había que entregar a las prensas del diario Línea este trabajo para que apareciera en los kioskos en las primeras horas de la mañana. Así pues los lunes el humorista se encerraba en su estudio y no estaba para nada más. Trabajaba contrarreloj y la inspiración tendría que cazarla al vuelo.
 No solo cultivó el humorismo gráfico. También escribió  acertados y magníficos artículos sobre muy variada temática. Bien podemos decir que Baldo llenó una de las más brillantes páginas del periodismo murciano del pasado siglo. 
(Texto: Mariano Lopez)